jueves, 30 de noviembre de 2006

Algunos mitos, algunos miedos

Cuando mi cabeza llegaba apenas al pestillo de la puerta, hace unos quince años, antes de dormirnos teníamos un juego.
Mi hermano (pequeño), que ocupaba la parte menos privilegiada de la cucheta, cuando no podía dormirse, decía: "Acordate de respirar automático". Acto seguido, era Imposible pegar un ojo. Como si fuera una frase demoníaca. Porque el mero acto de respirar dejaba de ser algo automático, y no parábamos de pensar en que "teníamos que respirar". Entonces, ninguno de los dos se podía dormir.
Esto me vino a la mente porque me pasé toda la mañana con ganas de estornudar -y no pude-. Y me hizo acordar a cuando mi hermano -el otro, el mayor y más malvado- nos convenció de que si estornudábamos más de cien veces, moríamos. Mi primera imagen de la muerte tiene gusto salado, a moco...
Ahora ya no me creo esas genialidades. Espero que no tenga nada que ver con el efecto dominó. O el efecto dominado.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Un post demasiado corto para titular

-¿Qué tiran a la basura los que comen de la basura?
-Basura, ¡obvio!
-¿?
(Silencio).
-En-realidad-Yo-Ya-sabía.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Fotografías

Le roban la cartera a la hija de Bush en Buenos Aires. Revisando los documentos, los ladrones se dan cuenta de Quién es. Inmediatamente, devuelven el trofeo a la comisaría. No sea cosa de que el Fürher se ponga nervioso.
Un niño le roba la dosis de pasta base a su madre. La madre lo apuñala.
Un bichicome se baña en la plaza de enfrente a mi casa. 18:30 hs. De fondo, la enorme bandera de Uruguay.

¿Soy yo que veo borroso, o algo anda mal? Como dijo uno que yo conozco: ya no sé si la realidad es tan absurda o el absurdo tan real.

lunes, 20 de noviembre de 2006

Vueltas

Como ya os conté -(el pronombre "os" está dedicado a los lectores españoles)-, vengo de una familia de dentistas. Hoy pasé por la casa donde vivió mi abuela y miré por la ventana, como queriendo encontrarla. No estaba, naturalmente. Miré entre las persianas. Las paredes estaban sucias, con marcas de clavos oxidados, alivianados por la ausencia de los cuadros. En lugar de armarios, había manchas de limpieza que humillaban la suciedad del parquet. Había polvo, polvo, por todos lados. La iluminación era fría, de tubo luxes...
Sospeché.
Me fijé en otra ventana y, envuelto en nylon, encontré un sillón de consultorio.
Me quedé helado. Como si me hubieran robado los dientes.
En la casa donde vivió mi abuela están construyendo un consultorio dental.
Si mi abuela viera toda esa mugre...
Vueltas.

Gastronomía cumpleañera

Junto con un grupo de sociólogos y matemáticos, llegamos a lo siguiente:
la comida en pequeñas proporciones -definida técnicamente como "la pequeña comida"- se consume en mayor kilage que la comida en grandes proporciones -o "la gran..."-. Por eso, los cumpleaños son tan caros. La gente se sienta a la mesa y come por inercia. Como las gallinas, que hasta que no se apaga la luz, siguen comiendo.

Recomendaciones:

1) No cortar la comida. Y que la gente no tenga cubiertos en la mesa. Que tenga que comer con la mano. Ergo, se sentirá inhibida, y disminuirá su costoso mal hábito.
2) Festejar los cumpleaños en los días que se prevén apagones.
3) Junto a las mesas, en vez de sillas, poner taburetes incómodos, con clavos o tachuelas que perjudiquen la acomodancia de los comensales.
4) Sacarse la edad.
5) Nacer el 29 de febrero.


P.D.: Tenemos serias sospechas de que este fenómeno esté relacionado con la fragmentación de la cultura. Serias.

miércoles, 15 de noviembre de 2006

"Qué edad tenés -le preguntaron-". "Un siglo -respondió" (sé que no es adecuado para un título)

Leo De toda la vida (Tusquets, 2006), antología de relatos de Francisco Ayala. Un siglo -o cien años- es la edad de este señor, que sigue vivito y coleando.
Creo que, a mi/nuestro ritmo, con tantos conservantes y comidas de plástico, antes de los 65 estoy/estmos de vuelta...
Les dejo un cuento corto.

Escasez de vivienda en Japón

Un pintoresco suceso ocurrido en Tokio pone de relieve la gravedad que en aquel país ha alcanzado el problema de la vivienda. La policía detuvo días atrás en un parque céntrico a una pareja que, al abrigo de un seto, estaba entregándose a las efusiones íntimas. Conducidos a la comisaría los fogosos amantes, su identificación dio a conocer que los detenidos eran marido y mujer. Ante circunstancia tan insólita, quiso saber el comisario qué motivo había impulsado a la pareja a ejercer en lugar público sus actividades genéticas en vez de reservarlas para el sagrado del domicilio conyugal; y entonces el esposo, no sin orientales circunloquios y embarazadas sonrisas, hubo de explicarle que dicho domicilio consistía en una sola habitación donde se alojaban, con el matrimonio y tres hijitos, su suegra y dos cuñadas, cuya presencia continua ofrecía más penoso impedimento a las naturales expansiones que el eventual paso de algún extraño por los arriates del parque.

lunes, 13 de noviembre de 2006

Noticias de Nonino guitarrista


San Carlos, 23:30, debut -musical- de Al Nonino.
Mil personas, aprox. O más. (El señor Nonino no sabe distinguir entre mil y tres mil, por ejemplo).
Concierto profesional profesional: camioneta con vidrios negros, managger, encargado de escenario, sonidista, y guitarra de repuesto. Todo. Inusual para músicos de su calaña, acostumbrados a resistir la explotación de quienes gerencian boliches y organizaciones culturales.
El concierto fue una cosa extraña, intensa, como un golpe seco en medio del pecho. Difícil de entender y ordenar. Algo tan Vivo que puede resumirse en pocos segundos. Pero nunca termina de explicarse.
Incrédibol.
Como si fuera poco, después del concierto, un pibe le pidió un autógrafo. Le dio el papel y Nonino, temblando, pensó : "Nunca firmé un autógrafo... ¿Y esto cómo se hace?". Estampó un desprolijo "Al Nonino", desprolijo al estilo "tengo-experiencia-en-esto-de-los-autógrafos". Y se fue rápido, antes de que el solicitante solicitara explicaciones...
"La multitumbre se amuchundraba, unos a otros entre sí. Y yo, que me sentía en medio de una escena hollywoodense -situada en San Carlos-, pensé que esto de la música no es algo tan lejano". (Declaró, al pasar, con los lentes de Johnny Tolengo y una camiseta con la imagen del Fata Delgado llorando. Los medios amarillistas que cubrieron el evento se quedaron sin palabras. Y se quedaron, también, sin Sus palabras. Lo único que registraron es que, al final, tiró una púa a la tribuna. Y después pidió que se la devolvieran).
Nonino se retiró en un hipopótamo, a gran velocidad (ver foto). Y no se supo nada más de él.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Una familia menos


Están cerca. Por todos lados. Pero no tienen nombre. Ni voz. Parecen todos iguales. Como un número sin existencia. Una estadística, simplemente.
El fin de semana estuve en el asentamiento 24 de enero, a media hora del centro de Montevideo. Le construimos la casa a María, Roberto y Facundo.
María espera un hijo. Tiene la risa fácil y todo el tiempo hace bromas.
Roberto, el padre de familia, es un hombrecito pequeño, con la cara curtida, y conserva la alegría y la ingenuidad de los niños. También ríe; pero sólo cuando entra en confianza.
Facundo, de seis años, tiene una sensibilidad especial. Le regala flores a las chicas que construyen la casa, y todo el tiempo sonríe. Hace tiempo que no veo a un niño con tanta felicidad. Qué admirable sobrevivir a ese infierno con alegría.
La nueva casa es de madera, de 6mx3m. Cuando la terminamos, María dice: "Facu, mirá todo el espacio que tenemos. Ahora te voy a tener lejos así que, ¡portate bien!". María y Roberto planifican cómo será su nueva casa. Dónde estarán los dormitorios, dónde estará la tele, dónde estará la cocina. Yo los miro y no logro comprender cómo entrará todo lo que están nombrando. En 6mx3m.
Sentí vergüenza. Vergüenza por el ser humano. Por ignorar esa realidad. Por permitir que día a día se mueran de hambre o de frío o de cualquier cosa. Y que mueran en silencio. Como una estadística sin nombre, sin rostro. Vergüenza por permitir que se reproduzca ese infierno barrido por debajo de la alfombra. Sentí vergüenza cuando me decían: "Doctor", "Señor", como si yo fuera superior. O qué sé yo.

La pobreza es como el olor: con el tiempo nos acostumbramos. Y es cómodo olvidarse. Olvidarlos. Pero nosotros, los que tenemos acceso a la educación, somos quienes debemos poner orden en este caos. Nosotros.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Más aprendizaje doméstico

Se fueron los pintores. Por fin.
Hace un mes -reloj- que mi casa tiene olor a agua ras. Desde las 8 a.m. hasta que me iba de casa, era imposible hacer otra cosa que no fuera contestar las cuatrocientas mil preguntas -por segundo- que hacía Enrique, el pintor-hablador. El otro, Luis, nunca habló. (Cada vez que lo hacía, Enrique lo miraba con ojos de serpiente, como diciendo: "Dejame hablar a mí, carajo").

De noche, levantarse a tomar agua era un verdadero peligro: los muebles estaban cambiados de lugar. (Mis dedos del pie están violetas. Y rompí varias cosas. Por ejemplo, el espejo). Además, la alegría y la vehemencia de los pintores -a las 8 a.m.- me estaba trastornando. En dos ocasiones, casi los apuñalo. Uno por uno. (Ojo, no pretendía apuñalarlos por la espalda, como un cobarde. Simplemente, explicarles que me tenían las bolas llenas y que en ese mismísimo momento necesitaba atravesarles un tramontina en el pecho. Nada más). Pero no fue necesario. Con el tiempo, me acostumbré a su presencia.
Enrique me contó anécdotas de cuando yo era chico. Hace unos quince años, Enrique hizo varias reformas en casa. Y todavía recuerda el conjunto de desastres que hice. Y todo el laburo que le di. En todo sentido.
De niño, tenía el pelo rubioblanco, con un corte onda beatle. Era un demonio -decían las buenas lenguas-. Un día, después de que se fue Enrique y logré estar solo, me quise convertir en pintor. Fue mi primer impulso artístico. Agarré los pinceles y la pintura que encontré, y empecé a crear. A una pared color crema, le di una impronta Pollock, con manchas rojas y azules. Como no me gustó, le di unos martillazos. Para emparejar. (Creía que si le daba martillazos, la pintura se borraba). Pero no se borró. Ni se emparejó.
Enrique me contaba esto y se reía. Jua, jua. Gracias a mí, en vez de laburar un mes, Enrique laburó tres: cada cosa que hacía tenía que pasar por mi control de calidad.
La sinceridad de los Niños. Que No Se Pierda.

P.D.1: Quise adjuntar la clásica imagen de pintor: vestido de blanco, de espaldas, y con la raya asomando. Pero se lo dejo a su imaginación.

P.D.2: Si le sacan fotos a una mediapierna en primer plano, parece un culo. Si tienen pelos, mucho mejor. Prueben.