jueves, 2 de noviembre de 2006

Más aprendizaje doméstico

Se fueron los pintores. Por fin.
Hace un mes -reloj- que mi casa tiene olor a agua ras. Desde las 8 a.m. hasta que me iba de casa, era imposible hacer otra cosa que no fuera contestar las cuatrocientas mil preguntas -por segundo- que hacía Enrique, el pintor-hablador. El otro, Luis, nunca habló. (Cada vez que lo hacía, Enrique lo miraba con ojos de serpiente, como diciendo: "Dejame hablar a mí, carajo").

De noche, levantarse a tomar agua era un verdadero peligro: los muebles estaban cambiados de lugar. (Mis dedos del pie están violetas. Y rompí varias cosas. Por ejemplo, el espejo). Además, la alegría y la vehemencia de los pintores -a las 8 a.m.- me estaba trastornando. En dos ocasiones, casi los apuñalo. Uno por uno. (Ojo, no pretendía apuñalarlos por la espalda, como un cobarde. Simplemente, explicarles que me tenían las bolas llenas y que en ese mismísimo momento necesitaba atravesarles un tramontina en el pecho. Nada más). Pero no fue necesario. Con el tiempo, me acostumbré a su presencia.
Enrique me contó anécdotas de cuando yo era chico. Hace unos quince años, Enrique hizo varias reformas en casa. Y todavía recuerda el conjunto de desastres que hice. Y todo el laburo que le di. En todo sentido.
De niño, tenía el pelo rubioblanco, con un corte onda beatle. Era un demonio -decían las buenas lenguas-. Un día, después de que se fue Enrique y logré estar solo, me quise convertir en pintor. Fue mi primer impulso artístico. Agarré los pinceles y la pintura que encontré, y empecé a crear. A una pared color crema, le di una impronta Pollock, con manchas rojas y azules. Como no me gustó, le di unos martillazos. Para emparejar. (Creía que si le daba martillazos, la pintura se borraba). Pero no se borró. Ni se emparejó.
Enrique me contaba esto y se reía. Jua, jua. Gracias a mí, en vez de laburar un mes, Enrique laburó tres: cada cosa que hacía tenía que pasar por mi control de calidad.
La sinceridad de los Niños. Que No Se Pierda.

P.D.1: Quise adjuntar la clásica imagen de pintor: vestido de blanco, de espaldas, y con la raya asomando. Pero se lo dejo a su imaginación.

P.D.2: Si le sacan fotos a una mediapierna en primer plano, parece un culo. Si tienen pelos, mucho mejor. Prueben.


6 comentarios:

eresfea dijo...

Declino la invitación de tu P.D.2. Con esas cosas (y con la kriptonita) no se juega. Si se empieza así, se corre el peligro mutante tipo Michael Jackson. ¡Cuidado, puedes pasar del rubiobeatle al morochitorrada!

Al Nonino dijo...

Eresfea, me refería a la "mediapierna", no a la "entrepierna". Ya lo corregí.(Me lo explicó hoy una chica que leyó mi blog y entendió el malentendido).
En cuanto a Michael Jackson, me hizo acordar a un dicho: "Peligroso como pelotero con Michael Jackson".

Anónimo dijo...

Nunca supe definir qué prefiero; si un operario (electricista, pintor, sanitario, etc...) de los que no paran de hablar o un operario de esos callados que siempre de seguro se traen algo entre manos a causa de no disfrutar en absoluto estar en la casa de uno arreglando alguna porquería. Creo que ellos tambien deben manejar sus códigos al revés: deben hablar de patrones callados y de los que se meten a opinar (a esos seguro que los detestan).

En fin, veré que hago con lo de la pierna-culo. Es algo embarazoso someterse a esa situación.
En cuanto a Michael Jackson, a mi me hizo acordar al Thriller. Uff, que disco. Me voy a escucharlo. Salud

Pobre loco dijo...

El último pintor que estuvo por casa tenía dos defectos que me llevaron a odiarlo. Pasar al lado de él implicaba quedarse hablando (o escuchando) por lo menos diez minutos. Y para peor siempre te pedía alguna ayudita con la escalera, con el balde...
Lo de la media pierna es cierto, no lo sabía.

Anonetoy dijo...

En estos momentos me acuerdo de Elvis Crespo y su "Pintamé". Hablando de eso, ¿no será el hermano perdido de Michael Jackson?

Anónimo dijo...

qué bueno lo de "Dejame hablar a mí, carajo". A mí casa tb vinieron varias duplas de este tipo. muy bueno. tengo el tono en la mente.