domingo, 26 de agosto de 2007

Al, el millonario

Ya encontré el negocio que me va a dar de comer a mí, a mis hijos, y a todos los que me conocen: una revista clasista dirigida exclusivamente a multimillonarios, con (costosísima) suscripción anual.
Y ya tengo algunas notas en mente:
1) "Es preciso ser más ambicioso", el multimillonario Luca Zaffaroni habla sobre su ombligo.

2) "Negocios de un popstar", entrevista al ganador del Grammy, donde cuenta cómo el arte Pop es más rentable que el petróleo.
3) "Los desafíos de Sarkozy", el nuevo presidente galo promete echar a todos los negros de Francia.
4) "Mordiendo la almohadilla del ferrari", la esposa del renombrado
Eimb revela cómo hace para depilarse sin dolor.
5) "Turismo aventura", un reportaje donde cuatro hijas de magnates dejan de ir a la peluquería por una semana y buscan formas alternativas de diversión. Las jóvenes describen su primer viaje en ómnibus público, su día de shopping en la reconocida "Av. 8 de octubre", y transmiten un mensaje esperanzador para la humanidad: "Spa gratis para todo el que lo necesite".


P.D.1: Cuando sea millonario, seré tapa de mi revista.
P.D.2: Difunda este producto. Gracias.

viernes, 24 de agosto de 2007

Desapercibido


Él es Carlos Quintana, gran guitarrista, que hace un tiempo sacó un disco como cantautor. Estoy yendo a clases con él. Lo acompañan Andrés Ibarburu (chelo) y Che-Che Echenique (percusión). El título de esta canción me recordó las veces que tengo ganas de ser invisible, de observarlo todo en silencio y pasar desapercibido.

Una crónica en el tiempo

Esconderme en avenidas embotelladas, en ríos de personajes y automóviles. Atravesar, invisible, a los antagonistas que trepan el asfalto y sentarme, desapercibido, junto a un grupo de ancianos o de jóvenes. Conversar sin que me respondan, ver como ven ellos, y que sólo tú sepas que estoy y existo. Y no respondas con tu silencio amable: nuestras palabras y nuestros silencios no valen ahora, no sirven ahora, porque ya no somos ni seremos aquello que alguna vez fuimos.

domingo, 19 de agosto de 2007

Los antes y los despueses

A partir del día de hoy, mi vida ha cambiado seriamente:
Ya no puedo jugar al fútbol 5 sin hacer un previo calentamiento.
Ya no puedo jugar al fútbol 5 sin hacer un previo calentamiento.
Ya no puedo jugar al fútbol 5 sin hacer un previo calentamiento.
(Repetir diez veces, mínimo).

P.D.1: Lo mismo sucede con mis manos y la guitarra.
P.D.2: Esa mano y ese bandoneón son de Luis Di Matteo. Según A., mi mejor foto.

Dos cosas que quiero aclarar acerca de la solidaridad

1) Solidaridad no es dar lo que me sobra, sino dar lo que me cuesta.
2) La solidaridad empieza donde termina la justicia.

Crónica de algo de lo que pasó en aquella Brasilia verde

A la tormentosa edad de siete años, en la época en la que los cuatro hermanos cabíamos en la Brasilia verde, mi padre nos llevaba todos los sábados a dar vueltas por Montevideo, después de almorzar en lo de abuelo. Yo siempre elegía la ventana derecha, detrás del acompañante. No tanto por el paisaje o la comodidad del posa brazos, sino por motivos más... trascendentes, digamos.
El piso de la Brasilia era de chapa, y detrás del asiento del acompañante, había un hueco por donde podía verse el asfalto y las imperfecciones de la ciudad. Sentarse allí suponía un riesgo elevado: cualquier pelea o distracción hubiera sido suficiente para que mi pie se trancara entre el hueco y la calle, y la propia velocidad de la Brasilia me arrancara la pierna. Para evitar accidentes -en esa época, todos éramos niños-, mi padre colocó una chapa oxidada, y la tapó con una alfombra de goma negra. Sin embargo (siempre fuimos nenes jodidos), apenas mi padre ponía en marcha la carcasa verde, nosotros levantábamos la alfombra de goma negra y sacábamos la chapa para conocer ese mundo gris que desfilaba a toda velocidad por el hueco de veinte centímetros de diámetro. A través de este hueco, escupíamos y tirábamos basura, para después mirar por el parabrisa de atrás cómo se perdían nuestros trofeos en la calle larga.
Mi padre aprovechaba cada viaje en la Brasilia para enseñarnos los monumentos de la ciudad: "Il Colleone, Verrochio. Monumento a la carreta, Belloni. Victoria de Samotracia, ¿?". Llegó un momento en el que, sin saberlo, mis hermanos y yo sabíamos casi todos los monumentos de Montevideo, patrimonio que hasta el día de hoy conservamos.
La otra ventaja que tenía "la punta" (ventana), es que me permitía gritarle cosas a la gente. Sacaba el codo por la ventan, y gritaba cualquier cosa, a cualquier persona: ancianas mal vestidas, chicas que ostentaban una belleza que no tenían, jóvenes con cara de maricón, etc. Claro, me salvaba mi cara de bueno: a la edad de siete años, con poco más de un metro de altura y cabellera casi albina, ni las viejas mal vestidas, ni las chicas ostentosas, ni los jóvenes con cara de maricón pensaban que los improperios pudieran salir de alguien como yo. De modo que se la agarraban con mi hermano grande, morocho y con bigote de preadolescente. Fue por esa época, recuerdo, que empecé a perder la bondad con la que todos nacemos, y me aseguré un lugar en el infierno.
Desde el día en que mi padre tuvo que bajarse de la Brasilia para pedirle disculpas a una señora ("qué lindo disfraz de elefante, gorda"), las cosas cambiaron. No sólo tuve que soportar el Topper talle 45 de mi padre, sino que, cuando me explicaron que la señora tenía elefantiasis ("Una enfermedad muy seria, Al"), tuve la sensación, por primera vez, de haber hecho daño. Gratuitamente, como quien tira mierda al mar, sin reparar en las consecuencias. De ahí en adelante, mis padres optaron por sentarme en el medio, entre S. (mi hermano más grande), y M. (mi hermano más responsable). No quedó otra alternativa que conformarme con imaginar los insultos, y tragármelos sin herir a nadie. O hiriéndome a mí mismo, guardando todo esa maldad por dentro.

No entiendo

Cada tanto, me olvido de guardar la armónica. Es una Hohner cromática (muy buena), del año 2000, pero nunca le saqué del todo el jugo. Sin embargo, como decía, cada tanto me olvido de guardarla. Y ahí aparece el primo chistoso, la ex-novia arrepentida, el amigo del amigo que le gusta cantar canciones de Tango Feroz en los campamentos, y ¡zas!, empiezan a babaearla inescrupulosamente, a soplar como si el instrumento fuera un globo, o un maniquí muerto al que hay que hacerle respiración boca a boca. ¡Grrr!
Odio eso. ¿Acaso uno, cuando visita a alguien, usa su cepillo de dientes, o le da besos en la boca? Diga "No al socialismo instrumental".

sábado, 18 de agosto de 2007

Zapping

Lo más peligroso de un domingo no es el almuerzo del mediodía, no es el fútbol, no es dormir la siesta más de lo adecuado. Lo más peligroso de un domingo es querer suicidarse.
Hace 13 días, una amiga de un amigo saltó del octavo piso, luego de discutir con su padre, encerrarse en el cuarto y pedirle al novio que viniera a buscarla. Cuando llegó el novio, ella estaba mimetizada en el asfalto, rodeada de un charco negruzco que liberó su cuerpo.
N., mi amigo, está desconcertado. "No era una mina bajón, no era una mina cagona. No entiendo, te juro que no entiendo". Los psicólogos afirman que el suicidio en adolescentes ha aumentado, no tanto por depresiones profundas o problemas serios, sino por ansiedad. Simple ansiedad. La misma ansiedad que nos generan las máquinas dispensadoras de alimentos, los medios de comunicación, e incluso las propias relaciones humanas, cada vez más contingentes y políticamente correctas. Hay una interesante escuela para hacerle zapping a una vida que cada vez vale menos.
Ella dejó un dolor inmenso, posiblemente irreparable, un dolor que nunca hubiera deseado generar. Su padre y su madre no entienden qué hicieron mal. Su novio se lamenta haber llegado tres minutos tarde.
Y de noche, luego del velorio, todos quedaron nockeados, distraídos, haciendo zapping.

viernes, 17 de agosto de 2007

Les presento a este señor, Luis Di Matteo

Luis Di Matteo es uno de los músicos más importantes de este país. Una vez vino Piazzolla a Uruguay y dijo en la conferencia de prensa: "Yo no sé por qué ustedes, los periodistas uruguayos, me buscan tanto a mí: ¡ustedes tienen a Di Matteo, el más grande de todos!".
Luis vive diez meses en Montevideo, y los otros dos, viaja a Europa. Allá graba discos y brinda conciertos. Con eso se mantiene durante todo el año. Hace 13 años que no toca en Montevideo, porque aquí nadie se interesa por su música. El problema es que él no hace tango, sino que se dedica a la música sinfónica, y otras rarezas. Y el problema, además, es que él decidió hacer Su Música, y no seguir tocando Los mareados, Malena, Melodía de arrabal, etc.
Le hice una larga entrevista. Y al final, lo escuché tocar. Ambas cosas las guardaré, las guardaré bien adentro. El reportaje estará pronto en las próximas semanas. Lo más importante, lo que también guardaré bien adentro, me lo dijo después de que apagara el grabador: "Vos, pibe, escuchá mucha música. Pero escuchala sin consumirla. No la uses. Por favor, no la uses".
A Di Matteo nadie lo escucha. Nadie sabe que existe. Cuando se muera, el ministro de cultura de turno hará los lamentos correspondientes, hablará de la poca difusión que tuvo su música, citará alguna obra (que nunca escuchó), y todos seremos felices y comeremos perdices. Así es la cultura, amigos.


P.D.: Gracias, A., por los consejos fotográficos.

jueves, 16 de agosto de 2007

Volver, y otras vueltas

Volví a clases. De Comunicación y de guitarra. Y hoy, cuando volvía de clases de guitarra (valga la redundancia, aprendí el tango "Volver"), leí en el monumento imitación del Gattamelata, de Donatello, en Av. Italia y Centenario: "Un corazón se endurece solo". Mi respuesta automática e interna fue No, no. Creo, más bien, que "si uno no lo cuida, el corazón se endurece solo". Pero un graffiti así (tan largo) no hubiera entrado en el monumento.