viernes, 26 de octubre de 2007

Economía de guerra

Los mataba a puñetazos para ahorrarse el despilfarro de gastar un montón de balas.

martes, 16 de octubre de 2007

Paolas


Sebastián estuvo sentado durante media hora en el sillón del living de Paola (203), haciendo letra con la madre -"estoy terminando la carrera, y me tomaron en una empresa de Zona América"-, mientras esperaban que Paola (203) saliera del baño.
Y no. Paola (203) no conocía a Sebastián. Porque la Paola de Sebastián no era la del apartamento 203, sino la Paola del apartamento 303.
-¡Yo a vos no te conozco! -gritó Paola (203) al salir del baño, y en seguida miró a su madre, pidiendo explicaciones. "Cómo vas a dejar entrar a este tipo, quién lo conoce".
Sebastián chequeó la dirección en el papel fluorescente que guardaba arrugado en su bolsillo. Paola (203) tenía razón.
Recién empezaban a salir. Era la primera vez que Sebastián iba a la casa de Paola (203/303).
P.D.: En la foto de arriba, Paola (203). En la foto de abajo, Paola (303). Ambas hacen ejercicio.

sábado, 13 de octubre de 2007

La canción con la que amanecí hoy

El miércoles no pude ir. Pero la música tiene eso: a veces, la presencia es prescindible. Admiro mucho las canciones de Kuropa. Quiero mucho las canciones de Kuropa. Aunque, en cierto modo, sean peligrosas.
Les dejo la letra de "Siete palomas", la canción con la que amanecí hoy.

Tengo un ramito de ilusión pa´ regalarte
Con siete aromas que la brisa me entregó
Siete luceros entre tanta oscuridad
Pétalos blancos de cristal.

Señor, no quiere compartir esta emoción
Regando el suelo con trocitos de canción
Que de una vez se bese el cielo con el mar
Que se entrevere en el dolor del verbo amar

Y que tu voz sea la flor por nacer

Y que tu llanto sea río en la sed
Siete palomas tus manos tus pies
Y un corazón para ver.

Traigo en mi espalda un horizonte soñador
Con siete orillas donde desembarca el sol
Siete caricias entre tanta soledad
Brazos y venas de coral.

Señor no quiere ser cometa y anunciar
Que al otro lado de este infierno hay un lugar
Que se desnuden la mentira y la verdad
Que sean niños los que enseñen a jugar.

Y que tu voz sea la flor por nacer
Y que tu llanto sea río en la sed
Siete palomas tus manos tus pies
Y un corazón para ver.


P.D.: La foto es parte de un proyecto que hice en Narrativa. ¡Qué hinchazón de...!

jueves, 11 de octubre de 2007

Pensando en la Libertad

1
Fuimos a terminar las puertas y las ventanas de las casas que se atrasaron durante el fin de semana. Los reparadores éramos cuatro y había mucho trabajo. Así que decidimos dividirnos. Cada uno agarró un martillo, tornillos y clavos. Y recorrimos, solos, cada una de las casas para ver qué necesitaban.
Eran las seis de la tarde y el sol bajaba. Los ojos de la gente me marcaban la nuca. Imposible no sentir miedo.
Serían unos ocho hermanos los que vivían en aquel rancho del asentamiento Torre 8, en Colón. Tenían los dientes partidos, grises y negros, la nariz llena de moco, y cuando hablaban no se les entendía, eran mellados. Los ocho hermanos tenían retraso mental de cuatro o cinco años, y mientras yo colocaba las ventanas de la nueva casa, me ofrecían su ayuda, repitiendo cada dos minutos: "¿Te sostengo el martillo?". Ellos, más bajos que yo, me rodeaban como a un gran padre. Yo hacía fuerza por soportar el olor a mierda: de los ocho, había cinco que estaban cagados encima.


2
Luchaban entre sí con martillos, saltaban, gritaban, se golpeaban, parecían ajenos, algo felices, quizá.

3
Era lunes, a las diez de la noche, y volvíamos a casa. En silencio. Yo iba en el asiento de atrás, pensando en la Libertad.

lunes, 8 de octubre de 2007

Gases, serrucho y un dedo

-¿Te cortaste?
-... Y sí... son los gases del oficio -y dejó el serrucho.

jueves, 4 de octubre de 2007

Pregunta que hice hace quince años

Terminó de leer la Biblia, y le pregunté, ansioso:
-Y... Dios... ¿Dios existe?
Después de un breve silencio, respondió:
-No sé... la verdá no sé... no me queda claro...

Para mí, la definición de Biblia era: "eso donde está Dios".

Origami

Yo guardo tus grullas, las que me regalaste en secreto. Acercaste tu mano, y estaban ahí, esperando, dos blancas y una azul. Se me arrugaron un poco, confieso, porque no tenía dónde guardarlas y las puse dentro del bolso. Pero cuando llegué a casa las arreglé y las dejé encima del escritorio, las tres juntas.
Habrá motivos, confiemos.

Yo las guardo, no te preocupes, las guardo.