Cuando mi cabeza llegaba apenas al pestillo de la puerta, hace unos quince años, antes de dormirnos teníamos un juego.Mi hermano (pequeño), que ocupaba la parte menos privilegiada de la cucheta, cuando no podía dormirse, decía: "Acordate de respirar automático". Acto seguido, era Imposible pegar un ojo. Como si fuera una frase demoníaca. Porque el mero acto de respirar dejaba de ser algo automático, y no parábamos de pensar en que "teníamos que respirar". Entonces, ninguno de los dos se podía dormir.
Esto me vino a la mente porque me pasé toda la mañana con ganas de estornudar -y no pude-. Y me hizo acordar a cuando mi hermano -el otro, el mayor y más malvado- nos convenció de que si estornudábamos más de cien veces, moríamos. Mi primera imagen de la muerte tiene gusto salado, a moco...
Ahora ya no me creo esas genialidades. Espero que no tenga nada que ver con el efecto dominó. O el efecto dominado.






