Hoy mi aspecto era similar al de Nash en "Una mente brillante": parado en una escalera de la facultad, aprovechando ese lugar estratégico por donde corre el aire del patio y el del pasillo, subrayaba hojas y hojas, en las que distintas gentes reflexionaban acerca de la escritura -y yo intentaba reflexionar con ellos-. Con los ojos rojos y entreabiertos, me retiraba de este mundo, e imaginaba el rostro de Palahniuk y el de Sánchez, en una conversación álgida. En algún punto coincidían.
Y luego recorrí la biblioteca, y descubrí artículos viejos, en los que un amigo que en aquel entonces no era amigo escribía sobre Claudio Magris.
Y también estudié hábitos entre los ratones de biblioteca -ya empieza a gustarme el queso...-, y distinguí entre el asiduo a bibliotecas y el estudiante primerizo, que luego de media hora le tiembla la pierna o se duerme.
Al final de las tesis, a uno lo deberían licenciar por lo que aprendió, y por lo que aprendió aprendiendo.
viernes, 19 de diciembre de 2008
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2 comentarios:
Excelente. Pero hay un detalle ¿Sólo desde recién te gusta el queso?
Mmm... no. El vicio me lo contagió Monterey Jack, de Chip&Dale, cuando se le trenzaban los bigotes...
Pero desde hace un tiempito me volví fanático del queso... y de las tablas.
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