Los vecinos caminan lento, y el sol polvoriento les achica los ojos al mirar dentro de las casas. Hojeo apuntes viejos en el zaguán. A mi lado, la guitarra, por las dudas. Es feriado, y Montevideo parece preocupado, como si esperara algo.
La alarma del Renault blanco anda mal, y se queja cada cuatro minutos. Un niño aprende a caminar y se acerca despacio, tomado de su madre. En los feriados se aprenden cosas importantes.
Él señala la guitarra, yo dejo mis apuntes y toco algo. El niño suelta los brazos de su madre y se sienta en la vereda. La madre lo deja, y los tres sonreímos. Yo sigo tocando. Lo admiro y estoy nervioso: los niños son el público más sincero. Apenas se aburra va a cinchar del pantalón de su madre y le va a pedir que lo aupe.
Me tuvo paciencia.
Mientras tocaba, tenía la sensación de que el niño entendía mejor la música que yo. Lo vi en sus ojos. En su concentración.
viernes, 2 de noviembre de 2007
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6 comentarios:
Sublime.
Linda, linda imagen.
Yo aún diría más, Eresfea. Sublime
Excelente.
Sobre la foto: falta el de siempre
Al de siempre -Mauri, mi hermano pequeño-, nunca le sacaban fotos. Casi nadie recuerda cómo era él de chico. Sólo aparece en algún cumpleaños, en el fondo, mientras el cumpleañero sopla las velitas.
Son las desventajas de ser el útlimo. Hay que hacer méritos extra.
Vuelve ya del pasado, Al.
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