En un boliche de Montevideo de cuyo nombre no quiero (puedo) acordarme, tocaban flamenco. Bastante precaria la cosa. Había palmas, pelos largos, algún taconeo, pero poca sustancia andaluza. Y era tan poco seria la cosa que al guitarrista, que cruzaba la pierna al estilo Paco de Lucía, le sonó el celular y atendió. -¡Hola! ¿Andréh! Sí sí sí. Sí, vos avisale. Sí. Dale. Ok, ok. Perfecto. Nos vemos. Saludo a tu mujer. Gracias, gracias. Yo también. Dale, no vee...
Los otros dos músicos aprovehcaron para tomar de sus copas. Y recién cuando el señorito terminó con sus asuntos, reanudaron el chou. El público (que no escuchaba, claro) ni se inmutó. Yo sí muté. Mi cara quedó azul con lunares de chocolate.
Una vergüenza. Los hubiera ejecutado.
Es la ley de la estepa: "Si el artista no se autorrespeta, el público no los respeta". Marmotas.
P.D.: Ella es una marmota bobak.
4 comentarios:
Nuevo blog:
http://www.col-um-na.blogspot.com/
Salú!
Publi, ¿te pagan por la publi?
te perdiste a humberto de vargas cantando en barabacana pasadísimo de copas, ojalá a él le hubiese sonado el celular.
Yo pensé que era un castor. La ignorancia...
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