miércoles, 14 de febrero de 2007

Un día, recuerdo

Lo primero fue la corbata azul. El padre le hizo un nudo perfecto. Le ahorcaba el cuello, como si tuviera dos manos enormes que no le dejaban respirar.
Las mangas del saco acababan cinco centímetros antes de lo debido. Y en sus muñecas, unas cintas que tuvo que arrancar.
-Esas mariconadas acá no corren.
Su barba también voló. Voló una intención. Voló todo. Pero él se quedó. Atado a su corbata azul y a una pila de formularios y planillas que llenó durante ocho horas, durante los siguiente 40 ó 45 años.
-¿Cómo estoy, pá? -le preguntó feliz, antes de irse.
-Estás bien, hijo -y le apretó el nudo un poco más.

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