martes, 25 de marzo de 2008

Algunas cosas que pasan cerca de la muerte

Más flaco, más pálido, más dormido, con cables que salen de aquí y de allá, así lo encontré. Todavía sonriente, me cuenta cuando fue al partido inaugural del mundial del 30, y su madre lo vistió con dos sobretodos negros para evitar resfríos. Lo vi con miedo a la muerte, con miedo a que lo encuentre desprevenido, creyendo en nada, o simplemente, sin saber en qué creer. Ese miedo que surje en el eco de los pasillos del hospital. Quizá se trata de algo simple: no saber cómo creer. Coincidimos en que todo sería más fácil si creyésemos en algo; el vértigo, por fin, tendría una dirección.
-Yo entiendo muy bien su intención -le dijo a la enfermera-, y se lo agradezco, es usted muy amable. Pero no tengo ganas de comer...
Y no comió.
Me animé y tomé su mano para conversar. Le recordé ciudades y personas que ambos queremos o quisimos y por un momento el peso de la muerte se alejó de la habitación.

(...)

Me fui del hospital pensando en quienes mueren o sufren en silencio. En quienes luchan con la muerte, aquellos que la tienen cerca y deciden enfrentar su duelo con coraje, sin molestar con su sufrimiento. Le puse nombres y rostros a ese sentimiento, a esas personas que dejan amor para compensar su auseancia inminente , y tragué con dificultad el trapo húmedo que se me formó en la garganta. Caminé, mirándome en el suelo brillante del corredor, y mientras los pasos se perdían en el hospital, recordé otro amor y otra manera que necesité y ya no tengo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante! Todavia adivinando el teclado, te digo gracias por compartir esto.

eresfea dijo...

Aquí hay fe.

Anónimo dijo...

Estimado Al Nonino:
Realmente muero por dejarte algún mensaje o comentario pero todos saben a poco, por eso opto por el silencio
...

sabes que contas conmigo...

Abrazo

Al Nonino dijo...

Lo sé, Inspector. Soy afortunado. Abrazo enorme.

Anacoreta dijo...

Pulvis es, et in pulverem reverteris.
Gn.. 3. 19

Anónimo dijo...

Fue como poner en escrito lo vivido. Yo también estuve en esa sala, ese día. Y también sentí un vacío inmenso en el blanco del Hospital. Sentí cómo me retumbaba esa frase: "No tengo ganas de comer"
Muy bueno.
Y sigo creyendo que todos en realidad, morimos en solitario.
Hay que leer a Toltoi para darse cuenta de eso (La muerte de Ivan Ilich)

NaBUru38 dijo...

Pica Mou recordando las épocas de la otra Cristina...

De corazón, saludos a todos los Nonino, desde las canteras.