sábado, 15 de septiembre de 2007

Aunque no nos escuchen

Son doce y media de la noche, tengo el cuerpo molido, me queda todo un reportaje por delante y estoy cansado de que la gente me agarre de psicólogo y libere sus penas en mí, sin pagarme.
Hoy, por ejemplo, dos veces. La primera, un veterano en el ómnibus
(que la humedad, que el playstation de su hijo de 42 años, que su otra hija en Barcelona a la que le gustan demasiado los hombres..., que sus nietos son una manga de drogadictos)
y la segunda -recién, hace cinco minutos- un tachero culturoso con aires de bitelchus me daba clases de filosofía práctica y yo, disimuladamente, además de aburrirme y pensar en lo larga que será la noche, saco la nariz por la ventana para escapar de su mal aliento, disecado entre el parabrisas y la mampara
(que su ex no sabe criar a la hija que tuvieron hace tres años; que le tiene ganas a su otra ex, que cada crecimiento es un dolor...)
y él me pregunta por el libro que llevo en la mano -La conjura de los necios, ¡oh casualidad!- y le empiezo a contar sobre John Kennedy Toole, pero él me interrumpe cada tres segundos, tratando de adivinar lo que sucede con la vida de ese trágico escritor, y nunca le emboca.
Y entre sordos -me incluyo-, será que siempre necesitamos contar historias, nuestras historias. Aunque no nos escuchen.


P.D.: Este post no es en vivo: fue escrito hace unos días.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué terrible ese colchón! Anoche soñé con él. Me quería despatarrar y soñaba que me caía.

Al Nonino dijo...

Si te escuchara Freud...