jueves, 5 de julio de 2007

Crónica de un maldormido


Supongamos que el salón tenía 200 metros cuadrados, y que allí dentro dormíamos 80 personas. Estábamos bien apretados, como pedo de visita.
Antes de dormir, nos quedamos charlando con Pao, mientras ella terminaba su cigarro. Luego entramos a la mega habitación, y cada uno se dirigió a su lugar. Yo tenía más o menos claro dónde había dejado mi sobre de dormir, pero como la luz estaba apagada, caminé a tientas, y le pisé las pantorrillas y las manos (y la cara, perdonen) a más de uno. Mientras me aproximaba hacia mi sector, sentía cómo crecía un extraño ruido, y a pesar de la oscuridad, pude reconocer el verde moco de mi sobre de dormir que, de tan asqueroso, quedó acurrucado en un rincón, como un eslip cagado y oloroso.
Pero no todo fue color de rosas (moco): alguien estaba donde no tenía que estar. Resulta que a mi lado se había acostado un roncador compulsivo. Un maldito roncador compulsivo. ¡Fuck! Yo estaba muy cansado y lo único que quería era aprovechar las escasas horas que me distanciaban de la madrugada del día siguiente.
Me metí dentro del sobre de dormir, y cuando cerré el ojo izquierdo, el roncador compulsivo comenzó una fuga coral de ronquidos que apuntaban hacia mi oído. (Dormíamos en el piso, así que, entre la montonera de gente y el poco espacio, lo tenía dentro de mi oreja, mismo, cantando una sonata cavernosa). El tipo empezó a soltar unos sonidos de gato afónico que me hacían temblar el pecho. No se trataba de una simple molestia que uno supera cuando el sueño lo vence. Era un rugido felínico intermitente que se expandía por todo el salón, y rajaba la escarcha de las ventanas.
A los pocos minutos, el roncador compulsivo se empezó a desinhibir, y cambió su papel de gato afónico por uno de oso polar de 800 kg., que se tragaba el mundo en cada ronquido.
Estaba frente a un problema categoría “serio muy serio”, y tenía que solucionarlo.
Empecé a buscar patrones rítmicos del ronquido, de manera de descifrar la monotonía del sonido y así poder dormirme con más facilidad. Pero el roncador compulsivo sabía mucho de música y su estilo era muy libre: a veces sostenía la nota durante ocho compases, y luego soltaba apenas una semi corchea caprichosa. Fue absurdo buscar una estructura regular que me posibilitara el sueño, y decidí abandonar esta complicada solución.
Angustiado, en medio de la oscuridad, y viendo que todos, absolutamente todos, dormían, empecé a dialogar con mi conciencia. Reproduzco el contenido de mis reflexiones:
- Si este hdp se despierta por unos segundos –me autodije, con tono malévolo-, dejará de roncar. Y mientras él reconcilia el sueño, yo podría dormirme antes que él vuelva a roncar. Eso sería genial.
Este fugaz pero brillante razonamiento me indicó una cosa: tenía que despertar al roncador compulsivo.
En un principio, me pareció desmedido apelar a la violencia física. Así que me limité a generar tosidos. Tos tímida de sala de espera, tos para limpiar la garganta, tos con catarro verde y denso, tos de fumador..., todos los tipos de toses. Y el tipo, claro, ni bola. ¡Ni bola!
A los pocos minutos, el plan se frustró: el roncador no paraba con su oratoria. Entonces, cambié la estrategia: me pasé a los estornudos falsos, y seguí más o menos la misma táctica de ruidos ascendentes, anteriormente utilizada. Arranqué suave, y terminé con unos estornudos (falsos) como los de mi tío Humberto, esos que te salpicaban la cara, y levantaban el pelo. Y el tipo, claro, ni bola. ¡Ni bola!
Habían pasado ya casi tres cuartos de hora, y mis prácticas antideportivas no daban resultado. La paciencia se estaba acabando, tenía que jugar mi última ficha…
Siempre defendí la libertad de expresión, la paz mundial, y los certámenes de belleza. Pero en ese momento comprendí que no todo lo que you need is love. Es muy cierto, y teóricamente hermoso, pero la realidad me indicaba que un roncador compulsivo me había robado tres horas y media de sueño, y los postulados teóricos empezaban a perder validez.
Arranqué con métodos violentos. Primero con codazos. Le di un codazo seco en las costillas: ¡tocs! Y el tipo, claro, ni bola. ¡Ni bola! Se mantenía impertérrito, y reforzaba sus monólogos ferales.
El próximo golpe fue en la nuca, y el otro, en la nuez, y después en los riñones, y como vi que no reaccionaba, salí del sobre, me arrodillé, miré mis manos, pensé en rezar. ¿Rezar? No. Aproveché que estaba de rodillas, y le salté en la boca del estómago, sin piedad. ¡Traaa!
Silencio. Silencio:
-... –cri-cri.
Silencio. Silencio absoluto. Un silencio de esos que no se pueden ni oír. No supe si lo había matado, o si, simplemente, el tipo había dejado de roncar. Pero como no podía perder tiempo en averiguar lo que había sucedido, cerré los ojos, y procuré dormirme, antes de que el roncador compulsivo empezara su disertación nuevamente.
Y me dormí.
Al otro día, me dijeron: “che, qué sorete, ¡cómo roncaste!”. Y ahí comprendí que la vida sería más fácil , si los que roncan se durmieran después de los que no roncan. Y no al revés, como sucede.

6 comentarios:

NaBUru38 dijo...

El plural de "tos" es "toses", Al.

Pensá que por lo menos dormías sobre un piso pero bajo un techo. Aunque capaz que el techo en realidad ayudaba a amplificar los roncos arrastres de garganta reseca.

Al Nonino dijo...

Gracias por la corrección, Naburu38. Y felicitaciones por haber leído este gigantísimo post.

Anónimo dijo...

Excelente Al, muy bueno. Llegué a escuchar mientras leía.
"Ronco arrastre de garganta reseca",
es lo que se puede decir de Quiroga. Buena aliteración.
No es un tema menor el que describís, hay matrimonios disueltos por esa causa. Hay grupos de roncadores anónimos y mucho más de lo que uno cree.

Thelma y Louise dijo...

ALUCINANTE!!! Te juro que me senti identificada... mi hermana que duerme conmigo ronca muchisimo, pero la tecnica de golpear si funcionan en mi caso, por suerte. Un dios absoluto como escribiste! creo que mientras leia escuchaba los ronquidos ehhh

un aplauso bien fuerte y espero el siguiente post!

Al Nonino dijo...

Gracias, Walter, gracias, Thelma, gracias. Lo único que quise es reivindicar la culpabilidad de los roncadores, aquellos seres de doble moral que nunca reconocen el daño que causan.

Natilla dijo...

Jaja! en una situación similar a la tuya mi hermana me despierta de noche para que escuche una batería de ronquidos. Media dormida me empecé a reír, no podía creer que hubiera tantos ruidos diferentes, y que iban al compás! No me molestó que me despertase porque me dormí a los 5 minutos, pero ella escuchó el concierto toda la noche.