Fue de golpe, un tema en los pulmones, y a los 88 años cualquier internación es complicada. Si recuerdo el hospital, recuerdo su cabeza inclinada hacia la izquierda, el gemido asmático del respirador, los tubos metidos en la garganta, el olor farmacéutico y recuerdo su cuaderno de apuntes, en el que escribía cosas como "Agua", "Gracias" o "Más tarde".
Tocamos timbre, y los segundos cayeron como gotas densas, sin apuro. Por fin abrió la puerta, y otra vez resucitó aquél, el abuelo de siempre, que me acompañaba con sus pasos largos por el Camino de los hormigueros, a la vuelta del Club Banco República, el abuelo que tiene mejor memoria del mundo, y el abuelo que es flaco como yo, ágil como yo, y que, como yo, le gusta conversar. En la casa de mi abuelo siempre hay coca cola, y siempre está sin abrir, esperando a que lleguemos. Hoy fuimos a visitarlo, y la imagen del hospital solitario -porque los C.T.I. son los lugares más desposeídos que jamás pueden existir- quedó por fin suspendida como una pesadilla sin dueño.
Me habló de un Montevideo con tranvías, donde los agravios se remediaban en duelos a muerte, me habló de mujeres que bajaban completamente vestidas a la playa y me dijo que una vez conoció a Albert Einstein.
Me habló de tantas tantas tantas cosas e historias y más cosas y más historias, que de a poco me encogí en el sillón y no me animé a preguntarle lo que en verdad daba vueltas en mi cabeza. Eso, todo eso, ya saben. Lo de la muerte, lo de Dios, lo de su agnosticismo, lo del sentido y lo de cómo ser feliz, y todo eso, eso, ya saben, lo de las cosas que se piensan cuando uno ya está cerca o muy cerca.
Pero aquel Montevideo fue más cómodo, más prometedor, y ahora ya sé que mi abuelo conoció a Albert Einstein. ¡Einstein!, ¿entienden? ¡¡¡Einstein!!! ¡¡¡Einstein!!!
sábado, 30 de junio de 2007
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2 comentarios:
Conmovedor. Yo tampoco me animo a pregutarle -más en estos días con el estudio de Antropología- esas cosas a mis abuelos aunque él siempre bromea que le queda poco. Mi abuela, que se ríe de mi abuelo, siempre me espera con helados palito, y por más que yo ya soy un pelotudo, los acepto con placer.
La Coca Cola, las milanesas, los recuerdos, tanta sabiduría. Jamás llegaré a eso.
Conmovedor Al, Abrazo.
Qué lindo Al! Cómo me conmovió! Nunca pierdas esa sensibilidad ni las oportunidades de disfrutar esos momentos que nos regala la vida.
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