Por alguna razón que desconozco, lo cierto es que estaban por matarme. Y como no tenía más opción que resignarme a morir, decidí disfrutarlo. Introduje tranquilamente mi dedo índice en la nariz, saqué unos cuántos gramos de moco acartonado, y los hice una bolita. Repetí este ritual hasta que vacié mis fosas nasales (*ver foto). Luego hice una gran bola con todo el material, y se lo lancé a la cara del asesino.
El tipo se lo sacó del cachete, lo examinó, y se lo comió. Luego, pum, me mató.
Ahora que estoy del otro lado, descubro las virtudes del moco, y me doy cuenta de que hubiera preferido ser yo el comensal de ese delicioso confite.
miércoles, 9 de mayo de 2007
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2 comentarios:
Muy asquerosamente detallado el ritual del moco. Esa foto! q impresión! te pasó a vos?
Es un hecho verídico.
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