Las historias de los instrumentos musicales son, por lo general, historias que piden ser contadas. Violines vendidos cambio de comida (durante la guerra); bandoneones que pertenecieron a “…”; un piano abandonado desde “…”; en este saxo tocó "..."; y la lista es tan larga como la imaginación.
De las cuatro guitarras que hay en casa, dos tienen historias aburridas: las compramos nuevas, y su historia se remite a mi historia (¡puaj!). La tercera tiene unos treinta o cuarenta años y vino de España (eso ya está mejor). La cuarta, eléctrica ella, tiene forma de estrella y perteneció a un asesino que mató a su madre porque quería plata para las drogas. El tipo está preso, ¡y no sabe quién tiene su guitarra!, así que pido discreción al respecto.
El otro instrumento que hay en casa es un piano: un Rönisch alemán de cien y pico de años. Con él empezó mi historia musical. (Aunque de muy pequeño, ya aplaudía y cantaba).
En fin, así es la música: apasionante.
P.D.1: La fotografía es en serio. Estén alerta.
P.D.2: Ojala Seba vuelva a tocar el piano. Ahí hay mucho talento.
lunes, 5 de marzo de 2007
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4 comentarios:
Totalmente de acuerdo con la dimensión mitológica de los instrumentos. Pero no con la campaña de recuperación del saxo. Lo robado, robado está. Es una contradicción con todo tu post. Si el saxo vuelve a las manos de su propietario, no hay leyenda. Si el saxo es vendido a cambio de esclavos taiwaneses a un jeque árabe que quiere formar su propia banda de música alternativa, sería genial.
Los ladrones forjan la historia.
¿Y la leyenda del saxo robado que vuelve a las manos del músico?
Eso, eso.
Es buena, pero no tanto como la del jeque.
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