Se enamoró profundamente. No de mí, pero... con el tiempo la convencí de que yo era su tipo ideal. Ella no lo dudó.
Ni bien se enamoró (de mí), yo me desenamoré (de ella). Fue instantáneo como el Nescafé instantáneo. Entonces quise convencerla de que yo No era realmente "su tipo ideal". Y le empecé a decir: "no no no te enamores de mí/ pará pensalo bien/ no no te enamores de mí/ no". (Dicho así parece la letra de una canción, pero, en serio, fue angustiante). No hubo caso. La mina se enamoró perdidamente de mí.
Un día me calenté. No sabía qué hacer para desenamorarla. Y pensé: "Ya sé, le rompo el corazón". Dicho y hecho: me subí al techo del World Trade Center, saqué su corazón de mi mochila, y lo solté en caída libre. Se hizo mierda.
Ella quedó re mal. Psicólogo, psiquiatra, libros de Paulo Cohelo, Bucay, flores de Bach, de Mozart, todos los papos. Me decía: "tengo el corazón con agujeritos, y no me lo puedo curar". (Los de chiquititas le robaron ese verso).
Y ahí fue que lloró por primera vez en su vida. Tenía mucho acumulado. En lo primero que pensé fue en Moria, y le dije: "Si querés llorar, llorá". Y se lo tomó a pecho. Lloró 8 litros sin parar. ¡8 litros! Parecían dos canillas de agua salada con moco y lagañas. Quedó empapada.
Por suerte, ella sabía nadar. (De chica, hacía nado sincronizado). Se fue nadando croll, y nunca más la vi.
La extraño, confieso. Pero los hombres no deben llorar.
1 comentario:
Qué bueno que gracias al croll y a Cohelo, el papo, haya logrado salir adelante. Muy bueno.
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