"Para hablar por celular debe salir afuera", me dice el guardia, y salgo de la embajada de EUA. Llevo una mochila, en la que perfectamente podría tener bombas, granadas, o cualquier cosa, pero sólo llevo el libro de Lessing, una toalla, el pasaporte y la escolaridad.
El guardia se niega a facilitarme todo tipo de acceso a la embajada: visto short de baño, chancletas, y remera naranja. De todos modos, insisto:
-Vine a dejar un pasaporte (-no una bomba-), por una beca.
-La recepcionista partió hace dos minutos y yo no puedo atenderlo. Ella vuelve mañana.
-Pero es sólo para dejarle estos documentos a Verónica, del departamento de cultura.
Y el diálogo se prolongó 42 segundos más, pero fueron 42 segundos al gas.
Salí, hablé, por teléfono, y contacté a Andru, una compañera de clase que hace una pasantía en la embajada, y me facilitó los trámites.
Mientras esperaba, tuve la sensación de que cuatro o quince -da igual- franco tiradores me apuntaban en la nuca, y que cualquier movimiento -sacar el libro de Lessing, por ejemplo- podría costarme la vida. A mi lado, una familia yankee se sacaba una foto. Yo era un perfecto terrorista, con mi mochila.
El miércoles tengo hora para la VISA. Me gustaba más tener Master. Cuac. Plosh.
P.D.: Escribo varias veces la palabra terrorista, así esto blog lo lee la CIA: terrorista, terrorista, terrorista, terrorista, terrorista, terrorista, terrorista, terrorista. Si sigo así, no me van a dejar entrar a USA. Humor.
domingo, 13 de enero de 2008
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