Ochocerotrés a.m., preparás el mate, y mientras hierve el agua, te vas hasta el cuarto de la computadora a chequear los mails. Sentís que la caldera silva, te pegás un pique hasta la cocina, y en el camino te das el meñique contra el banco del piano. Te acordás del vientre de la lora. Apagás la hornaya, ponés el agua hirviendo en el termo, y cuando estás terminando de llenarlo, ¡trah!, se zafa la manija da la caldera. Te quemás todos los pies.
Ochocerotrés a.m. de un lunes, buen día. Jorge Lafauci.
lunes, 30 de julio de 2007
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