martes, 22 de mayo de 2007

Los reflejos del discurso

Después de que el tachero me convenció de que había pocos tipos tan honestos y laburadores como él, y de que siempre ayudaba a los que lo necesitaban de manera desinteresada, llegamos a destino. Le pagué con un billete de cien, y él me devolvió veinte pesos, y mientras simulaba una patética búsqueda del resto de mi vuelto, un arrebato de maldad me invadió y le dije, deje, deje, maestro, así está bien.

4 comentarios:

tan versátil como acústica dijo...

me sorprende mucho el hábito de los varones uruguayos de llamarle maestro a los mozos, taxistas y sanitarios.

J. dijo...

¿Y acaso no estaba bien?

Bien vale una historia.

mr. shy dijo...

Yo siempre les sigo la corriente (craso error). En Portugal, todas las veces que me dio tiempo a montarme en taxi en cinco días, que fueron muchas, les tenía que decir lo de "quédese con el cambio" cuando ni siquiera habían querido devolvérmelo.

Anónimo dijo...

Todos son maestros porque acá todos saben de TODO. Por eso se dice maestro y no profesor.