miércoles, 24 de enero de 2007

Descanso

Vuelvo en unos días. Sigue el verano.

Repertorio

Un cuento de un amigo publicista.

Todos los músicos hicieron sus ruidos característicos antes de empezar el tema. El baterista estiró los brazos hacia arriba con ímpetu y en el momento que todos lo miraron empezó a contar. Un (pausa) dos (pausa) un dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once doce trece catorce quince dieciséis diecisiete dieciocho diecinueve veinte veintiuno veintidós -la gente miraba- veintitrés veinticuatro veinticinco veintiséis veintisiete veintiocho veintinueve -se escuchó una chica que le dijo a su novio: vámonos, mi amor, nos están tomando el pelo- treinta treinta y uno treinta y dos treinta y tres treinta y cuatro treinta y cinco treinta y seis treinta y siete treinta y ocho treinta y nueve cuarenta cuarenta y uno cuarenta y dos -el guitarrista recibió un escupitajo en el rostro- cuarenta y tres cuarenta y cuatro cuarenta y cinco cuarenta y seis cuarenta y siete cuarenta y ocho cuarenta y nueve -el dueño del pub carraspeó su garganta como para ser esuchado desde el escenario- cincuenta cincuenta y uno cincuenta y dos cincuenta y tres cincuenta y cuatro cincuenta y cinco cincuenta y seis cincuenta y siete cincuenta y ocho cincuenta y nueve sesenta sesenta y uno sesenta y dos sesenta y tres sesenta y cuatro sesenta y cinco -se fueron las cinco mesas del fondo- sesenta y seis sesenta y siete sesenta y ocho sesenta y nueve setenta setenta y uno -las frutas de un cansado "clericó" volaron hacia el escenario- setenta y dos setenta y tres setenta y cua setenta y cin setenta y -la banda se defiende de algunos golpes de puño e intervienen los "security" sacando a toda la gente del pequeño recinto. Yo por suerte, que estaba a un costado de la barra, pude quedar dentro del mismo. Como me intrigan las innovaciones musicales y especialmente las que tiene que ver con la batería y la percusión, me acerqué hasta el baterista que estaba sacando un trozo de limón el tom tom de pié.
Yo: Che, ¿qué pasó…? digo, lo de la cuenta y todo eso...
Baterista: (todavía preocupado por las frutas en su instrumento) Nada, estábamos re cortos de repertorio...

P.D.: A ver si juntás todo eso que escribís y hacés algo.

Vértigo, tarde, dolor

Como ya les conté, al lado de mi casa están construyendo un consultorio. Ahí vivían mis abuelos (que eran dentistas).
Mi hermano sale al patiecito donde se tiende la ropa y escucha a dos obreros hablando.
Obreo Uno, experiente y fanático del reguetón: Bo, Aldo -con voz de fagot-, ¿no te da vértigo ahí?
Obrero Dos, inexperiente y alcahuete del Obrero Uno: ¿Vértigo? No, ta loco. ¿Qué es eso?
A continuación, Obreo Uno, experiente y fanático del reguetón define "vértigo":
Obreo Uno, experiente y fanático del reguetón: Vértigo es eso, cuando te subís, que te da mareos y pirás, y te agarrás de todo.
Obrero Dos, inexperiente y alcahuete del Obrero Uno: Ah, sí, ya sé lo que es vértigo -bocineó, abriendo grande la boca-. ¡Que te agarrás de todo, te agarrás de todo!
Acto seguido, Obrero Dos, inexperiente y alcahuete del Obrero Uno se cae.
Acto seguido del seguido, Obrero Dos, inexperiente y alcahuete del Obrero Uno se agarra de todo.
Mi hermano se ríe. Yo también.

P.D.: Lo mejor: las puteadas de Obrero Dos, inexperiente y alcahuete del Obrero Uno.

martes, 23 de enero de 2007

Un verbo poderoso

Yo no puedo.
Tú no puedes.
Él sí puede.
¿Nosotros podemos?

Negociante de la noche

Un noruego, o un sueco, no sé bien, le pide cocaína al amigo de un amigo.
El amigo de mi amigo es muy rápido. Trabaja de la siguiente manera: se para en la barra, exhibe cinco billetes de mil, pide un trago, lo toma, y, antes de terminarlo, se escapa. Nunca falla. Él dice que esos cinco billetes son siempre los mismos.
El amigo de mi amigo estaba en La Barra de Punta del Este, en un boliche punchi punchi, donde, para estar "in", hay que saber cuatro idiomas, tener una botellita de salus -sin gas- y poner cara de pasado. Fácil.
-¿Tiener cocaína? –dijo el gringo patinando.
El amigo de mi amigo, que siempre está preparado, silabeó:
-Es-pe-ra-que-voy-al-au-to.
Fue al auto. Agarró tres cafiaspirinas. Las picó. Volvió.
-¿Cuántou? -preguntó el gringo, tocándose la nariz.
-Cinco mil.
-Ok. Ok.
El amigo de mi amigo agarró los cinco billetes de mil y se escapó.
No sé por qué se fue tan rápido. El gringo compró lo que quería comprar, le hizo efecto, y le sacó el dolor de cabeza. Mejor, imposible.
De toda esta historia, lo único que no me creo es que los cinco billetes de mil son siempre los mismos. El resto, créanlo.
P.D.: Cada cafiaspirina sale 2,50 pesos.

sábado, 20 de enero de 2007

Ejemplo, siempre

Hoy hace algunos años que murió alguien que quiero mucho. Que me enseñó mucho. Y que casi no conocí. Un fuerte abrazo a él. En donde esté, si está.

viernes, 19 de enero de 2007

Sólo tres, de tantas

Tres sabrosas incoherencias de nuestro país:
1) Cerro Chato (cruce entre Durazno, Treinta y Tres, y Florida)
2) Penal de Libertad (departamento de Canelones) (estuve cerca)
3) Arroyo Seco (Montevideo)


P.D.: Si alguien recuerda otra, por favor agregue. (No tienen por qué ser lugares; pueden ser contradicciones de nuestro país, en general).

Viejo círculo

"¿Tiene alguna importancia que los pobres nazcan o mueran? Disculpad estas palabras vanas, oh sabios".
Basta. Basta de mirar al costado. O al ombligo. Basta.

jueves, 18 de enero de 2007

Cuestión de tiempo

Solo, cuando se fueron, escribió, con carne y uñas, en la pared:
"Todo el mundo habla".
Y se arrepintió de sus códigos. De los suyos.

miércoles, 17 de enero de 2007

Diálogo con el ombligo

Un mejicano escuchó que un uruguayo le decía a un cordobés:
-Che, cordobés, siempre tuve la duda: ustedes, si se esfuerzan, ¿pueden hablar bien?

domingo, 14 de enero de 2007

Cabonaigt

Siete menos cuatro es igual a tres. Tres es el número de personas que durmió afuera de la carpa, la noche del 5 de enero en Cabo Polonio.
Quería seguir escuchando a los músicos.
-Nos quedamos un rato más -dijimos, y cuatro de los siete se fueron a dormir. Había un fogón, vino tinto, y un canguro con capucha que me protegía del viento. (La barba también colaboró).
Termina el toque y, sin linterna, empezamos -los tres náufragos- a caminar hacia la carpa. Los citadinos somos, en su mayoría, seres inservibles frente a la naturaleza hostil. Aunque la naturaleza citadina suele ser más hostil que la naturaleza hostil. En el Cabo, las (pocas) calles se disuelven en caminos arenosos, y es muy fácil perderse. Pero es tan chico, que al rato, uno se encuentra. Raro. No sé bien cómo, pero, entre las dunas, apareció nuestra (ilegal) carpa.
Abro el cierre. (Las carpas tienen este tipo de contradicciones).

-...¿? -insinuó mi amigo, con un ojo entreabierto.
-Uhh -mordisqueé-, está llena la carpa.
Los tres trasnochados teníamos que dormir afuera.

Antes de irnos de la carpa, un amigo nos grita: "Bo, cierren el cierre, ¡o viven en carpa?".
Agarramos los sobres (ese es el único privilegio que teníamos), y elegimos una duna de breve pendiente. Le dimos forma de almohada a los buzos, y durante un rato, en el suelo, nos quedamos en silencio. Shh, por favor. Un cielo inmenso, de esos que no hay en Montevideo, apareció de repente. Al rato, nos dormimos.
Hay vistas que no se pueden ni oler. Hay olores que no se pueden ni ver. O al revés.